lunes, 29 de abril de 2013

La mejor ciudad del mundo





 Me dirigía hacia la ciudad mas poblada del mundo, iba a visitar a varios familiares que se habían ido a vivir ahí desde hace algunos meses, algunos ya llevaban años viviendo ahí. La ciudad era bastante extensa y en continuo crecimiento pues cada poco tiempo más personas de dirigían ahí, desde niños pequeños hasta ancianos que apenas podían caminar, algunos iban solos y otros acompañados de familiares y amigos en busca de una mejor forma de existir.
 Por la carretera que se dirigía hacia la ciudad se alcanzaban a observar los rascacielos que desaparecían entre nubes grises repletas de agua, lo cual daba un exquisito aroma al aire. A pesar de ser bastante grande ahí no olía a contaminación, a decir verdad, en mi estancia nunca olio a smog, ni a basureros, ni a tenerías, ni a aceite de ballena, como pasa en mi ciudad.
 A la entrada de la metrópoli se alzaba un cartel de bienvenida con poco mantenimiento, solo se podía ver: Bienvenido, …..polis, “Nunca te querrás ir”. El nombre de la ciudad quedaba tapado entre maleza y suciedad.
 Me dirigí hacia el centro de la ciudad y todo estaba en constante movimiento, niños jugando en el parque, vendedores ambulantes vendiendo sus productos por la calle, personas adultas charlando entre sí, perros mordiendo huesos, vaya canibalismo.
 En la casa de mi familia se encontraban más personas de las que recordaba, ahí habitaban abuelos, tíos, primos, sobrinos y hasta algunos hermanos pequeños, todos reunidos en una amplia casa que parecía más una mansión. Cada familiar estaba contento con mi llegada aunque yo no me dejo engañar fácilmente y observe que en sus miradas se notaba solamente el vacio. Otra cosa rara fue que todos tenían figuras esqueléticas, pero que más da, quizás no les gustaba comer o el pueblo pasaba por mala racha en cuanto a producción de comida.
 Después de hablar un rato me dirigieron hacia mi habitación, se habían tomado demasiadas molestias por arreglarla para que yo solo estuviera ahí tres días, así que deje mi poco equipaje y me fui a la cama después de un agotador día de viaje. Dormí bastante bien sin el ruido de coches o de borrachos en la calle y por la mañana me acompañaron en un recorrido por la ciudad. Los edificios eran sorprendentes, todos estaban construidos con la técnica de la época de la Conquista de América, incluso los rascacielos se sostenían sobre pilares normales. Los parques estaban llenos de flores y arboles que nunca había visto en mi vida e igual había animales muy raros, de los que más me sorprendieron fueron una especie de pájaros grandes que no podían volar, tenían un pico largo como el de los patos y eran bastante veloces.
 Ya por el final del día me dirigí solo hacia un restaurante cercano a la mansión para pensar un poco, una vez ahí, ordene un café, (no sé porque lo encargue si ni siquiera me gusta el café). Cuando me lo sirvieron sobre una fina taza de porcelana, me di cuenta que no tenía nada dentro, estaba a punto de reclamarle al mesero pero una mano me sujeto el hombro. Al girar la cabeza me encontré con un hombre que llevaba traje y un cigarrillo, sin ningún permiso se sentó enfrente de mí.


-Nada es lo que parece ¿verdad?
-¿A qué se refiere señor?- Me empezaba a incomodar su forma de mirarme.
-Ahora no debes de entenderlo, a todos nos ha costado trabajo acostumbrarnos, un poco de silencio por aquí, otro vacio por acá, a ver como los bichos te comen la piel, es normal.
-Lo siento pero debo irme, me están esperando en casa. –Mentí.


Aquel hombre me parecía siniestro, deje unas monedas de propina y me marche. El me seguía observando mientras caminaba hacia la casa y una vez llegue ahí me quede paralizado… todos mis familiares me observaban con sus ojos vacios literalmente, y no tenían carne, únicamente se veía su cráneos y los huesos de las manos. En un intento de huir me dirigí hacia mi habitación donde me encerré en el baño, me mire al espejo y vi que la mitad de mi rostro se había transformado en hueso, entendí lo que quería decir aquel hombre y comprendí porque ese lugar era tan perfecto. La gente había aprendido de la vida, ahora que estaba muerta no tenía nada que perder, ni nada que ganar solo quería continuar el resto de su eternidad en paz.
 Después de aquel día acepte mi triste realidad, había muerto, aquella carretera solo era la transición de una vida a una muerte y yo, como curioso que soy, volví al letrero que ahora resaltaba en grande.
Bienvenido a Necrópolis "Nunca te podras ir".


Autor: Oscar "Akros" Téllez
Ilustracion: Carlos Sadness (Shinoflow).

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