Estaba
sentado sobre el grueso tronco de un árbol caído, ahí ni donde el peor cuervo
construye su nido, ese mismo es el lugar favorito del poeta incomprendido donde
nacen los versos más tristes que jamás hayas desconocido. Aquel día surgió algo
diferente pues de aquel árbol marchito, creció una pequeña ramita llenada de
vida. El hombre que vivía en un total egoísmo, piso aquella ramita sin darse
cuenta que estaba ahí, pues por falta de fe y esperanza hacia el árbol el fruto
de la vida, es decir el amor, ya no miraba hacia abajo cuando cruzaba.
Día tras
día, paso tras paso, arruinaba la mayor obra de arte de aquel árbol cuando se
ponía el ocaso. El joven desespero con su soledad y olvido la poesía, salió en
busca del placer puesto que el amor nadie se lo ofrecía. Mientras viajaba cada
noche a diferentes esquinas de la vida, el árbol abandono su ruina y de sus
hojas nacían las más bellas y finas poesías.
Tras haber
saciado sus penas, el joven un poco mas melancólico por no haber encontrado lo
que buscaba, volvió a al viejo árbol, el cual ahora era base de un mágico
bosquecillo. Se dio cuenta del secreto que escondía cada hoja, la poesía que
narraba lo caracterizaba hasta el más fino detalle, cortó unas cuantas hojas y
las dio a conocer al mundo, diciendo que eran suyas. Con ellas gano la fama de
la clase alta, dinero e inclusive logro conocer a una muchacha que le amaba,
vivió por un tiempo bastante feliz con todos los lujos posibles mas el publico
pedía mas sonetos, el se dirigió hacia su lugar de inspiración que hace tiempo
no visitaba, y no encontró más que un viejo tronco seco. Busco y busco, quería
al menos una hoja, pero fue en vano, cayó de rodillas justo al lado de la
ramita que había pisado tiempo atrás y se puso a llorar desconsolado.
-¿Quién me
pudo haber hecho esto?- Se preguntaba el joven.
Entonces la
ramita rota le contesto:
-Has sido
tú mismo quien lo destruyo, resbalaste desde lo alto de tu ego y revelaste al
amor tu más profundo secreto. Hoy vino una hermosa chica y arranco todo, pues
ella quería para sí misma la fama y hacerse destacar. Esto me recuerda al viejo
joven que se sentaba aquí, pensaba tanto en sí mismo, que no se daba cuenta que
destruía la mayor creación del otro, simplemente pisaba sus sueños.
El joven
que tras escuchar esto, se sentía a un mas desconsolado, puesto que su más
grande amor le había traicionado, se sentó encima del árbol y comenzó a
escribir su anécdota, en el ahora llamado “Árbol de traiciones”.
Oscar "Akros" Téllez.
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